El sector de bioinsumos se convierte en un mercado lucrativo
Las grandes agroquímicas se expanden rápidamente en bioinsumos, buscando maximizar beneficios en un mercado en crecimiento que ya supera los 10.600 millones.
En los últimos años, las principales empresas agroquímicas internacionales han comenzado a inclinarse hacia la producción de bioinsumos, una tendencia que parece ir más allá de un compromiso ecológico y refleja la búsqueda de nuevas oportunidades de negocio. Este cambio, que inicialmente puede parecer una conversión verde, en realidad representa una expansión estratégica en un sector sumamente lucrativo.
Hace dos décadas, el número de compañías dedicadas a los insecticidas biológicos era reducido, pero hoy en día supera las 1,200, según un estudio reciente de la ONG Grain. Este informe destaca cómo gigantes del agroquímico como Bayer, BASF, Corteva y Syngenta han diversificado sus operaciones hacia este mercado, intensificando su presencia mediante adquisiciones, acuerdos de licencia y fusiones.
Históricamente, el sector agroquímico ha estado marcado por contradicciones. Hasta finales de los 90, empresas como Monsanto, ahora parte de Bayer, se centraban exclusivamente en pesticidas químicos con efectos nocivos para el medio ambiente y la salud. Hoy en día, esas mismas compañías están intentando controlar el mercado global de insecticidas biológicos.
El informe de la FAO revela que el mercado global de bioinsumos alcanzó los 10.600 millones de dólares en 2021, con una proyección de crecimiento a 18.500 millones para 2026. El informe también resalta el impacto regional, con Estados Unidos, Canadá, Asia-Pacífico, Europa y América Latina liderando el uso de bioinsumos. En Brasil, por ejemplo, el mercado de bioinsumos se ha expandido rápidamente, con una gran parte de estos productos provenientes de multinacionales.
Sin embargo, el uso de pesticidas no químicos ha sido una práctica común entre los pequeños agricultores, quienes optan por métodos menos perjudiciales y más adecuados para sus cultivos. Con los avances tecnológicos, las grandes corporaciones han logrado establecer un control casi monopólico sobre los bioinsumos a través de patentes, limitando el acceso de pequeños y medianos productores a estos productos. Esta situación podría desencadenar una nueva ola de privatización de conocimientos y prácticas tradicionales, poniendo en riesgo las formas de vida campesinas.
La solución, según los movimientos sociales y organizaciones como Grain, no radica en simplemente reducir el uso de agroquímicos, sino en redefinir el sistema agrícola global hacia un modelo de agroecología que priorice la sostenibilidad y la soberanía alimentaria.